que más allá de tu presencia
el sentido me abandone
y mi cuerpo, mi mente y mi alma
vuelen en pos de ti?
Renuncio al cielo
por arrancarme este deseo de tenerte,
de morderte la piel.
La mañana empieza entre tus párpados,
y no soy si no me nombras.
Eres tú mi Hogar perdido,
tus brazos... alejados...
la fuerza desarraigada que me ha vencido.
¡Ay!
Que poco te quise y cuanto te he querido...
© Lucía Navarro Luna
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