me recorre la espina dorsal
un desarraigo y dolor letal
por esta vida que ya no es mía.
Abrazar su cuerpo...
Contemplar su faz...
Deslumbrarme en su luz...
Latir en su corazón...
Llorar su Alma...
Acariciar mis recuerdos
en la Fuente olvidada,
pero... ¿dónde encontrarla?
Un Convento para mí,
por el reposo de mi alma,
para que mi rostro se contemple
donde ya no existe nada.
Nada externo
nada implacable y superficial,
sólo el sueño de un mañana
y un descanso sin final.
© Lucía Navarro Luna
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