martes, 14 de marzo de 2017

Al Crepúsculo

Zigzagueando palabras al viento
en el crepúsculo del ocaso vencido.

Palabras rotas...
como cuerdas de guitarra,
en una garganta hastiada
de regalárselas a las frías rocas
y a los ecos vacíos.

Adormece con las estrellas,
extinguiéndose,
lenta y firmemente,
en la última línea del mar.

Se sumerge... infinita
para renacer al despertar,

abrazada por el Sol,
     cromada de fulgor,
           revestida de coral.

© Lucía Navarro Luna

Descaecimiento

    ¿Es posible que no adviertas
que más allá de tu presencia
el sentido me abandone
y mi cuerpo, mi mente y mi alma
vuelen en pos de ti?

Renuncio al cielo
por arrancarme este deseo de tenerte,
de morderte la piel.

La mañana empieza entre tus párpados,
y no soy si no me nombras.

Eres tú mi Hogar perdido,
tus brazos... alejados...
la fuerza desarraigada que me ha vencido.

¡Ay!
Que poco te quise y cuanto te he querido...

© Lucía Navarro Luna

Melodía Eterna

Algún día entenderás mi llanto,
sortilegio enternecido
de un plenilunio oxidado;
de unos brazos caídos
en un corazón rasgado,
trepando por las paredes
por llegar a lo más bajo.

Lo más bajo de la cruz gamada,
marcada sin fuego en
esta palma que se cierra.

Se cierra...

              sobre mi Alma...

  al tiempo que entona
la incierta melodía eterna.

© Lucía Navarro Luna

Sin Tú Saber

Amanezco pensando en ti
y me duermo con tu recuerdo,
no es necesario confesar
si quedaste atrás o todavía te quiero.

Recordando tus miradas, tu sonrisa...
sin saber siquiera si ocupo
algo en tu vida,
sin saber si podré olvidarte algún día.

Trato de disimularlo
para que nadie se entere,
pero la procesión desfila por dentro
y el corazón hoy duele.

¡Te odio!
  Te odio con el alma...
por tu causa pierdo en vida
serenidad y calma.

Los sentimientos te aclaman,
la razón te rehuye
y es que nunca supe perder,
mas mi única opción ahora es ceder.

Ceder por tu tranquilidad,
porque consigas ascender,
sintiendo como aquí dentro
no quiere cesar de llover.

Al tiempo que sigo esperando
lo que pueda acontecer,
mientras mi corazón te llama,
te busca y te aguarda... sin tú saber.

© Lucía Navarro Luna

Cómo Decirte

Cómo decirte
que lo eras todo para mí,
el sentido de mi vida...
la ilusión en mi existir.

Tu nombre... bendecido miles de veces
y maldecido otras tantas,
marcador de cuadernos y libros sin ley,
de gomas desgastadas...

Cómo decirte
que cuando no estás aquí tan sólo respiro,
que vivir es otra cosa que sólo hallo en ti.
Cómo explicarte que no sé fingir.

Cómo encontrar
lo que un día vi huir,
cómo borrar el día
en que perdí el alma al verte reír.

Cómo darte a entender
lo que siento atravesar mi espalda,
sabiendo con seguridad
que no te reirás de mí... mañana.

                                    Y es que...

A base de derramar lágrimas
y oprimirme el corazón
descubrí que, en esta vida,
no hay cariño sin traición.

© Lucía Navarro Luna

Cielo Mío

Cielo mío, ya termina el mes de mayo
y con él, tú te marchas de mi lado.

Mañana no estarás, y yo iré a la deriva,
como una pobre alma perdida,
que no sabe lo que busca
ni tan siquiera a donde va.

  Buscaré...

esa sombra del pasado
que en mi vida había anclado
y sin la que no sabré que hacer.

  Iré...

en pos de tu cariño,
aquel que un día tuve y he perdido
y por el que ignoro cómo voy a seguir
con el recuerdo de lo que un día fue.

Cuesta tanto arrancar una espina
cuando está tan bien arraigada...

Si hace daño su pinchazo,
más duele aún extraerla
si desgarra la zona
que la había cobijado.

© Lucía Navarro Luna



Latido

No lo amo porque en el desasosiego
de una noche olvidada
un recuerdo viole
mi silencio taciturno.

Ni lo adoro porque la arena salada,
penetrante y corrosiva,
se me clave en el iris del ojo
renovando la luz perdida.

Llegó como una aparición, así... de repente
y a mi respirar llamó Vida

Vida que se me va... y que a mí vuelve
en cada latido, que su voz me trae...

en cada ola, irascible y henchida.

Henchida...
de ese abrazo transparente
que como a un náufrago me guía,
en el murmullo del viento
que resuena a los pies de la abadía.

© Lucía Navarro Luna