No he sabido acompañarte
en tu dolor taciturno,
en la ciénaga que adormila
tus pensamientos más oscuros.
Y el precio es vagar sin rumbo,
perdida y
aniquilada,
vagando dentro de mi alma sombría
en esta noche que no escampa.
Que se quedó prendida de mi cuello,
y en un abrazo me apartó del camino
¿o ya me hallaba fuera?,
a la sombra gris
de un viento peregrino.
Extraño tus manías,
tus reproches y tus credos.
Extraño tu mirada...
que se pierde entre mis dedos.
® Lucía Navarro Luna